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Thursday, August 26, 2004

El Líbanes

Regina pasaba sus recreos con una sola amiga. Angélica, quien se hacía llamar Angie, hija única, rechonchita de cara bonita. Pasaban los 30 min. de descanso mirando una fotografía de George Michael, recortada de una revista. Iban en segundo de prepa.

Pasaron de año y se convertirían en las grandes del Colegio. Época de decisiones. Después de hacer el tedioso examen de orientación vocacional, Angie se decidió por Administración de Empresas. Regina sin saber todavía que quería hacer se decidió por el área que no tuviera matemáticas.

Angie, nunca dijo nada, pero resentía la decisión de Regina, por primera vez se separarían. Angie era demasiado tímida para empezar nuevas amistades, así que pasaba los recreos sola, observando a las demás.

Llegó Blanca a la escuela, la habían expulsado ya de varios Colegios por mala conducta. Blanca con su mamá, esperaban entrevistarse con la madre superiora y con la coordinadora. Su mamá habló primero, y después la madre superiora le dio la palabra a Blanca. Ella ofreció a su público una actuación magistral. Conmovió a las monjas con sus ruegos, prometió (y parecía sincera), que si le daban una oportunidad sería buena y devota. Trabajaría duro para ser un ejemplo para las demás. Concluyó diciendo que había aprendido la lección y que no las decepcionaría. Las monjas no pudieron resistir la historia de la hija prodiga.

Blanca, tenía fuego dentro, de cabello rubio y cuerpo desarrollado, era un cometa que a su paso dejaba una estela de cristales y energía magnética, imposible pasarla por alto. Regina no fue la excepción.

Blanca y Regina salían juntas, nunca faltaban los muchachos. Regina pronto aprendió que hacer y que decir para que en casa la dejaran, “dormir en casa de Blanca”. Llamaba por teléfono y pedía permiso.

-Sí mamá, nos vamos a quedar a terminar un trabajo.

-Sí mamá, aquí esta la mamá de Blanca. ¿Quieres hablar con ella?

-Sí mami, no nos vamos a acostar tarde.

-Ok, te veo mañana.

-Bye.

Regina se las arreglaba para permanecer virgen, para Blanca eso era anticuado. Regina tenía novios, amigos, conocidos conservando la ilusión de entregarse a su verdadero amor.

Una de esas veces “que se quedaron haciendo un trabajo”, fueron a la disco Desire. Pasaron por ellas un par de galanes, uno de ellos amigo del primo del cuate de la puerta, así que no tuvieron bronca para entrar. Conocían también al bartender por que era el hermano de una compañera de la escuela, así que el alcohol no escaseaba. No sabían beber y con el segundo trago ya estaban hasta la madre, bailaban con sus galanes, hablaban a gritos e iban al baño cada 20 min. para ponerse al tanto de lo que estaba pasando. Salieron del lugar tambaleando, abrazadas de sus galanes.

Blanca se encontró a unos viejos amigos, Omar y el “Ric”. Entusiasmada los saludo de beso y abrazo, cosa que no le pareció a su acompañante. Regina no recuerda como comenzaron los golpes, lo único que recuerda, fue ver volar los puños en el aire, después recuerda verse a ella misma tratando de separar a los hombres y buscando a Blanca por todos lados, Blanca estaba tirada en la banqueta, con las piernas abiertas, y falda mal puesta, Blanca nunca usaba ropa interior.

Los “gorilas” de la disco habían intervenido y habían podido parar la bronca, el aire se notaba tenso, los galanes sangraban.

El “Ric”, le mentó la madre a todos, se limpió la sangre de la boca y se fue. A Omar en cambio no le habían tocado los madrazos, encontró a Regina tratando de arreglar a la desordenada Blanca, trataba de cargarla pero era muy grande para Regina. De los iniciadores de la bronca, nada más se supo, los valientes acompañantes las habían dejado allí a media calle. Omar muy caballeroso le ofreció a Regina llevarlas a su casa.

Omar y ella subieron a Blanca al carro, Blanca tuvo la cabeza fuera de la ventanilla todo el camino, Regina se moría de vergüenza no hablaron mucho durante el largo camino. Por fin, habían llegado, Blanca tambaleándose y repitiendo frases sin sentido subió las escaleras, Regina dijo buenas noches, paradita sobre la banqueta, Omar se acercó para darle un beso en la mejilla, para ese entonces con el susto y el frío ya se le había bajado la peda, gracias al alumbrado público, pudo distinguir un dije de oro en forma de cedro que llevaba Omar al cuello. Tenían 17 años.

La cruda de Blanca estuvo espantosa, la mamá no se dio cuenta. Regina se entero que el padre de Omar era libanés, lo que explicaba las pronunciadas cejas y el cedro.

Había pasado una semana, sin mucha corte se encontraron en un sillón de la ruidosa disco besándose. Omar pasaba su mano por debajo de la blusa de Regina, ella pretendía apartarlo. En realidad, no quería que él se diera cuenta del papel higiénico que rellenaba su brassiere, Blanca en cambio nunca necesitó hacer eso, (no usaba brassiere).

Sorprendentemente Blanca, todavía no había causado ninguna queja en la escuela, había aprendido bien a disimular, había aprendido a esconder mejor los cigarros y el maquillaje.

Omar y Regina tenían un mes saliendo, ella no se atrevía a preguntarle si eran novios, lo que la hacía sentir un poco incómoda, pero no la detenía para aplacar las hormonas donde se pudiera. Él estacionaba el auto en una calle no muy transitada, y daban vuelo a la carne mientras escuchaban el radio. De repente ella lo apartó y le dijo: -¡Me encanta esa canción!, ¿Sabes como se llama?. -“You´re my everything” de Blue Dimension. –¡Me encanta, me encanta!. Omar dijo: - yo tengo el disco. ¿si quieres te lo puedo prestar?, -Sí, por favor. –¿Podemos ir a mi casa por él?, no está lejos. –No sé, me da pena con tus papás. –No están, regresan más tarde. ¿Vamos?. Regina de reojo pudo notar la inocultable erección de Omar, él trataba de esconderla con el suéter. –No sé. Ya es tarde. –Vamos Regina, no nos tardamos nada. Ella no dijo que sí, pero tampoco dijo no.

Cuando se dio cuenta, se encontraba en el cuarto de Omar, acostada en la cama con la blusa abierta sus pequeños pechos se asomaban por el corpiño. Omar estaba encima de ella, completamente vestido. Podía sentir la erección de Omar, ella vestía pantalones, todavía puestos. Omar la distraía con besos. Regina no supo como, pero cuando se dio cuenta tenían compañía. El miembro de Omar estaba tan presente que parecía otra persona. Ella sintió como se le iba el color, era la primera vez que veía a un pene de cerca. En cuanto pudo moverse, apartó bruscamente a Omar, se puso de pie y se tapó el pecho. Repetía una y otra vez –No, por favor, no puedo, No por favor, no puedo. Imposible callarla.

Él y su miembro seguían boca arriba en la cama. –Regina, no me puedes dejar así, ¿que no ves?, me puede hacer daño.

Regina del susto soltó a llorar, entre sollozos le rogaba a Omar que la llevara a su casa. Su cabeza daba vueltas pensando en lo que le diría Blanca, pensaba en su mamá, pensaba en el vestido blanco que imaginaba para su boda. Mientras más pensaba más ganas le daban de llorar.

-¿Entonces qué?, ¿no me vas a ayudar?.

Ella lloraba histérica, le rogaba:

-Llévame a mi casa, por favor, llévame a mi casa.

Omar no tuvo más remedio que hacerse justicia por su propia mano, Regina sollozaba, sentada en el suelo en un rincón echa bolita con la cabeza en las rodillas.

En cuanto llegó a su casa, Regina llamó a Blanca. Blanca trataba de calmar a su traumatizada amiga, de vez en cuando se burlaba un poco de ella para bajar la tensión.

-Regina, no inventes. En serio que no muerde. No sabes de lo que te estas perdiendo.

-Ok, y que más. Ya cálmate que no te hizo nada.

-Y, ¿bueno ya pusiste el disco?.

-¡Qué!, ¡se te olvidó el disco en el carro!. ¡Te pasas!.

Fabiola

Agosto de 2004

Wednesday, August 25, 2004

Israel III

Katia descansaba en la tina, era sábado por la noche, Israel no llegaría hasta las dos o tres de la mañana. Dimitri gritaba algo desde la cocina. Katia desde la tina gritó en inglés: -¿Qué?. Katia ya estaba acostumbrada al acento de Dimitri, pero todavía no podía saber que era lo que quería.

Tomó su bata, y fue a la cocina para saber que quería Dimitri. Cuando llegó a la cocina, Dimitri ya lo había olvidado. Dimitri aprovechó y deslizó su mano por debajo de la bata, agarró firmemente el aun mojado trasero de Katia. Hacían el amor en la cocina, Dimitri maldecía en checo y ella en español.

Comían desnudos en la mesa de la cocina. Katia hablaba más que Dimitri, quien a veces sólo respondía con miradas o no respondía. Era casi la una y media de la mañana, ella apurada, tomó sus cosas, le dio un beso en la boca como despedida y bajó a su departamento.

Se metió a la regadera, para lavar la evidencia y la culpa, se secó el pelo y se fue a dormir. Israel llegó después. Estaba agotado por el ajetreo del restaurante, pero no podía conciliar el sueño. Encendió la televisión, hasta que se quedó dormido en el sofá.

El constante cansancio de Israel, ayudaba a encubrir el desinterés de Katia. Israel trabajaba largas horas, estaba ahorrando para tener algo que ofrecerle a Katia.

Dimitri no dejó de tener amigas, Katia se tenía que soplar la ruidosa compañía del vecino, Israel se entusiasmaba con la agitación vecinal. Invitaba a Katia a escuchar a los vecinos. Ella se ponía furiosa y reventaba en contra de Israel. –¿Cómo puedes hacer eso?, ¿Qué no sientes vergüenza?. A lo que él respondía, usualmente con miembro en mano. –Si no les da pena a ellos, ¿por qué me habría de dar pena a mí?.

La situación se volvía intolerable, de vez en cuando se encontraban a Dimitri en la puerta del edificio. No se saludaban. Israel invariablemente decía: -“Ya viste, allá va tu vecino”. A lo que Katia respondía –Me da repulsión de solo verlo.

Katia, en uno de esos fines de semana de coger y comer, le planteó la posibilidad a Dimitri de vivir juntos. Él ni la miró, simplemente no contestó. Ella pensó: “Así es él, sino contesta es que esta de acuerdo”. Katia interpretó el silencio como un sí. Recordando el dicho que dice: “El que calla otorga”.

Katia estaba decidida a hablar. En cuanto vio la oportunidad le dijo a Israel:

- ¿A qué hora llegas hoy?

- No sé, tal vez después de las 10. ¿Por qué?

- No, por nada.

- ¿Qué quieres?

- No, no es nada.

- No me dejes con la curiosidad, sabes que no me gusta.

- Quería hablar contigo

- ¿De qué?

- Cuando llegues hablamos

- Dime de qué

- Luego

Israel la tomó de la barbilla y clavándole los ojos le dijo: -¿De qué quieres que hablemos?. Ella desvió la mirada, dijo: - Es difícil para mí. No sé como decirte. Caminó unos pasos, para crear un poco de distancia y se dirigió a él: - No estoy segura de esto. Él alzaba más la voz. -¿De qué?. Katia continúo, - De nosotros, he estado pensando mucho. Él ya gritaba. -¿En qué?. Ella respiró profundo, fingió tomar valor y se lo soltó: -He estado pensando en que nos demos un tiempo.

Esta frase la sintió Israel como un proyectil directo al pecho. Explotó al instante: - ¿Qué, qué?.

Katia trataba de mantenerse fría. –Israel, ¿De qué te sorprendes? Desde el principio fui clara y te dije que no estaba enamorada de tí.

Israel por un instante, se detuvo para leer entre líneas lo que Katia le trataba de decir.

Ella continuó. –El que quiso venir conmigo fuiste tú, yo nunca te prometí nada.

En este punto, estaba claro para Israel.

-¿A quién te estás cogiendo?.

- A nadie, ¿Por qué me dices eso?

- ¿Quién es?

Él estaba fuera de sí. Ella curiosamente no le temía. Le gustaba cuando Israel adoptaba esa actitud, firmeza salía de sus frases. Si no estuviera pensando en mudarse con Dimitri, podría considerar quedarse con él.

Israel repetía una y otra vez,

- Lo sabía, lo sabía.

Caminaba de un lado para otro, se agarraba la cabeza.

- Es ese pendejo con quien compartes oficina, ¿verdad?.

- Noooo, ¿cómo crees?. Estás loco. Mejor cálmate, para que te puedas ir al trabajo.

- Lo sabía. ¡Es ese pendejo!. ¡Dime ya!.

Ella no contestó. Él se fue azotando la puerta.

Llegó al restaurante, habló con un amigo que había hecho allí, quedaron de acuerdo cuando terminaron en el restaurante salieron juntos, pasaron a uno de estos supermercados que abren las 24 hrs para comprar dos pares de pantimedias, ante el asombro del cajero de medianoche.

Esperaban que el compañero de Katia saliera del laboratorio, era un pobrecito nerd que trabajaba día y noche, esperando algún día ser doctor.

Eran cerca de las dos de la mañana, lo vieron salir, cuando se bajaban del auto vieron al ayudante del laboratorio salir detrás de él. Eran dos contra dos. Israel con la media en la cabeza y un bate de béisbol se adelantó, su cuate le cuidaba la espalda. Le dijo en inglés: - A ti te quería ver. El pobre casi se mea en los pantalones. El otro individuo ni se movió. Después de una serie de insultos le dijo:

-Ya sé que te estas acostando con Katia. Eso tiene consecuencias.

De la nada el ayudante de laboratorio, se le tiró como un gato al nerd. Israel se tuvo que hacer para atrás ante el asombro. El gato le tiraba arañazos en la cara. Le decía: -¿Cómo te atreves a engañarme?. Yo te lo he dado todo.

Israel y el amigo, presenciaban una pelea de gatos. El ayudante gritaba, insultaba, y tiraba arañazos. El nerd en el suelo se defendía literalmente como gato boca arriba.

El amigo de Israel se agarraba la panza de la risa. A Israel le quedó claro que ese pobre no se estaba acostando con Katia.

Israel no llegó a dormir, su compañero de oficina no llegó a trabajar. Katia había alcanzado un punto en el que ya no sentía nada, nada le importaba más que estar con Dimitri.

Katia empezó a empacar, tenía las maletas sobre la cama, era obvio lo que iba a pasar. Deseaba con el corazón que Israel no hiciera las cosas más difíciles, sabía que era un buen hombre y que al final entendería su decisión.

Lo que necesitaba en ese momento era estar con Dimitri, por primera vez sin culpa. Dimitri tampoco había ido a dormir. Eso no le sorprendió a Katia, muchas veces Dimitri cuando no tenía compañía se quedaba a trabajar toda la noche en la oficina.

No había terminado de pensar en esto cuando llegó Israel. Lo primero que le dijo: -Me vas a decir con quien te has estado acostando. Katia se metió al cuarto y cerró la puerta. No quería que Israel viera las maletas –Ya te dije que con nadie. Israel dijo: -Pues de aquí no me voy hasta que me digas.

Israel se metió al baño.

Ella aprovechó para meter todo debajo de la cama.

Dimitri no aparecía. Katia, cerciorándose que Israel seguía en el baño, llamó a la oficina de Dimitri y le dijeron que había pedido permiso para llegar tarde, tenía que ir a recoger al alguien al aeropuerto, en un pueblo de estudiantes esto era común, tampoco le extraño que no le hubiera dicho nada. Dimitri no hablaba mucho.

Con Israel todavía en el baño vio llegar el auto de Dimitri, salió corriendo para recibirlo, cuando vio que venia acompañado por una mujer y un niño. Katia sintió que las piernas se le hicieron de gelatina. Se detuvo a medio camino.

Él sin expresión y con su terrible acento le dijo:

- Ella es mi mujer, éste mi hijo.

Sin esperar, y sin saludar, todos subieron al departamento dejando a Katia en el estacionamiento.

Cuando salió Israel del baño, vio a Katia desencajada llorando. Le dijo: -¿Qué?, ¿Ahora, si me vas a decir?.

Fabiola

Agosto de 2004

Sunday, August 22, 2004

Israel II. Katia

Katia se había ganado una beca, tendría que vivir por dos semestres en una de las ciudades más representativas del Norte. Ambos estaban felices.

Se instalaron en uno de los edificios de departamentos cercanos a la Universidad. Israel no tardó mucho en encontrar trabajo. Sería cocinero en uno de los restaurantes mexicanos que circundaban al campus.

El asesor de Katia le exigía largas horas de trabajo, el dueño del restaurant estaba muy satisfecho con el talento de Israel. Se veían por las noches y comían juntos en los días de descanso de Israel.

Katia se sentía segura, tranquila, después de una larga temporada, podía pensar en su trabajo como algo que la apasionaba, en el pasado sólo hizo lo que tenía que hacer teniendo la cabeza en otro lado.

De regreso a casa, Israel pudo ver que alguien se mudaba al piso de arriba, justo sobre sus cabezas, hizo un gesto desaprobatorio, por que después de haber vivido por casi tres años en edificios de estudiantes sabía lo que puede ser tener vecinos.

Quien se mudaba era un hombre alto, rubio y malencarado, con un acento inteligible. Exhausto dijo: hi!, el hombre no contestó. Israel prefirió pensar que el hombre no lo había escuchado, le cerró la puerta en la cara.

Katia había llegado muerta, se metió en la tina con un libro. Israel pedía una pizza por teléfono, no quería ni acercarse a la cocina.

Comieron, vieron la televisión, era casi media noche. Se fueron a dormir. Cuando apagaron la luz, comenzó todo. No sólo se oía al vecino tratando de acomodar sus muebles, se oía la voz de una mujer, se le escuchaba gritando. Se oyeron una serie de golpes secos, la mujer guardó silencio.

-¿Israel oíste eso?

-¿Cómo no lo voy a oír?

-¿qué hacemos?

-¿No sé?

-¿Llamamos a la policía?

Cuando tomaron el teléfono para llamar a la policía, se volvió a escuchar algo. Katia le puso el dedo en la boca a Israel –Shhh. Era la mujer otra vez, gritaba en un tono diferente. La mujer jadeaba incrementando el volumen. El hombre se escuchaba como un eco, hablaba pero era imposible saber que decía. El tono era agresivo, daba ordenes, repetía frases. Katia e Israel no se movieron, tenían los ojos abiertos a lo que daban los párpados. Sin querer Katia soltó una carcajada. Israel le tapó la boca, él deseaba seguir escuchando. Después de la carcajada de Katia todo se quedó en silencio.

Katia llegaba cada noche con la esperanza de tener serenata por parte de los vecinos. Era algo tan torcido que sentía igual repulsión y placer en escuchar sus actividades nocturnas.

Israel llegaba más tarde los fines de semana, Katia leía, veía la televisión y esperaba oír al vecino. Por fin, después de varios de días de espera, se oía agitación en el departamento de arriba. La mujer se oía diferente, gritaba diferente, Katia pensó: -“Es otra mujer”. Sonrió con los ojos y se tapó la boca para no gritar de emoción. Esta mujer se resistió un poco más que la otra. Sonaban los golpes secos, ella gritaba de placer, él ordenaba. Su voz era firme. Se oyeron unos pasos, estaban sobre la cama. Ella gemía, él no cambiaba su tono. El hombre hablaba en Dios sabe que idioma, pero se podía distinguir que no era algo muy decente lo que decía.

Katia se encontró sola en la cama, con los vecinos de fondo, su corazón se había acelerado y a pesar de una semi-resistencia inicial se entregó a la experiencia. Deslizó sus dedos por dentro de su ropa interior, cerró los ojos y se imaginó de mil maneras al poseedor de esa voz. Jamás había hecho algo así, se sintió un poco culpable, no le dijo nada a Israel.

Era miércoles, Israel descansaba mañana, se quedaron despiertos viendo una película. Katia, por un lado deseaba que el vecino tuviese compañía, pero le daba mucha pena siquiera pensar en escuchar otra vez al vecino en presencia de Israel. Sus temores, se volvieron realidad en sólo unos minutos. Una mujer jadeaba en el techo.

-¿Ya oíste?

Katia trató de disimular,

-¿Qué?

-El vecino otra vez

-No, fue la película

-Es el vecino

Israel bajó el volumen de la televisión y se pudieron oír los quejidos de una mujer, ésta tenía una voz chillona y aguda como la de una ardilla parturienta.

-Israel, pon el volumen a la tele

-No quieres escuchar?

-NO.

-¿Por qué no? Es como ver porno, sin ver.

Katia ya no contestó, fingió tener interés en terminar de ver la película. Israel se fue al cuarto para escuchar. Pero los vecinos se habían callado. Para desgracia de Katia la película terminó antes de lo que esperaba y se tuvo que ir a la cama con Israel. Israel sostenía su miembro con su mano izquierda, era zurdo, en caso de que los vecinos decidieran reanudar actividades. Katia entró al cuarto y vio el cuadro. -¿Qué haces?, -Te estoy esperando. -¿A mí? O a la vecina chillona. –¡Ven para acá y no me la armes de pedo!.

-¡Ya te dije que no me gusta que me hables así!. – Pues ven, que te estoy esperando. Dio dos palmaditas en el colchón para señalarle dónde quería que se acostara.

Se abrazaban y acariciaban, cuando el vecino se escuchó otra vez. Esta vez no hubo golpes, sólo ordenes y frases sucias en un lenguaje extranjero. Israel ya la penetraba, -- ¡vamos a echarles unas carreritas!. Ella no contestó. Cerró los ojos, trataba de tapar los desafinados gemidos de Israel con lo que escuchaba de arriba. Imaginó que Israel le decía todas esas cosas. Se vino casi inmediatamente. Israel sorprendido le dijo entre sus gemidos , -Ya tan rápido, pues tenías ganas, mamita.

El vecino se calló, Katia perdió el interés, sin dejar que Israel se diera cuenta. Israel se vino con una sonrisa en los labios.

Hasta el momento, Israel era el único que había visto al vecino. Katia no creyó en la descripción de Israel, pensó que se trataba de cosas de machos decir que el hombre era feo y malencarado.

Era sábado en la tarde, Israel ya estaba en el restaurante, Katia se había quedado en casa. Tocaron a la puerta. Vio a un mensajero, éste traía un paquete para el vecino de arriba, y le preguntó si ella podía entregárselo. Era la oportunidad perfecta. Sin titubear aceptó. Pasó todo el día observado quien llegaba y quien salía, no vio a nadie que se pareciera a la descripción de Israel.

Anochecía y decidió ir a tocarle al vecino, con paquete en mano. Tocó y tocó a la puerta sin suerte. Estaba en la tina, cuando se oyeron pasos arriba, ya había llegado el vecino. A toda velocidad se vistió y todavia con el pelo mojado fue a tocarle.

La puerta la abrió una mujer, rubia, flaca, no precisamente bonita, en un acento le dijo en inglés: ¿Qué quieres?, ella respondió, tengo un paquete para el señor Dimitri, la rubia grito algo y al final de la frase dijo Dimitri. Él contestó algo como, “recibe tú el paquete”. La rubia trató de arrebatarle el paquete de las manos a Katia, quien inteligentemente con las uñas lo sostenía. Dijo amablemente, - Disculpe, pero quisiera dárselo al señor en persona. Claramente enojada la rubia, le gritó a Dimitri algo que bien pudo haber sido el equivalente en checo a -“Esta pendeja, quiere darte el paquete en persona”.

Katia todavía en la puerta, vio salir a Dimitri, efectivamente alto, rubio y malencarado, pensó, Israel tenía razón. La rubia todavía sostenía la puerta, se acercó Dimitri, miró a la rubia con complicidad y ella se retiró. Sostuvo la puerta, miraba a Katia a los ojos y no dijo nada.

Katia tartamudeando en inglés le dijo,

-Esto es para usted.

-¿Quién es usted?

Katia no podía creer que estaba hablando con el vecino, la voz, el acento. Su corazón se empezaba a acelerar.

-Su vecina de abajo

-¿Quién la envió?

-Nadie... el mensajero de UPS.

-¿De parte de quien es ese paquete?

-No lo sé.

Katia temblaba de la excitación, mantenía sus piernas juntas para sostenerse en pie.

Cuando Dimitri vio que Katia era inofensiva, la invito a pasar y tomarse una copa con ellos. Katia por un momento dudó y casi dice que no, pero aceptó sólo por seguir escuchándolo.

Bebían y fumaban, Dimitri fumaba puro, la rubia bebía de la botella, y Katia sostenía nerviosa su copa.

Después de un rato Dimitri, le dijo algo a la rubia, ésta se levantó del sofá y se quitó la ropa, la rubia puso sus manos detrás de su cabeza y se quedó de pie. Dimitri se dirigió ahora a Katia.

-Dime, ¿a qué viniste?.

Con la voz cortada contestó.

- A entregarle su paquete.

No voy a repetir la pregunta,

-¿A qué viniste?.

Katia ya no contestó, no se movió.

Dimitri se acercó a la rubia, le dijo que se diera vuelta, el trasero de la rubia estaba casi en la cara de Katia.

Dimitri le dijo,

-Ya sé a que viniste.

Le propinó cuatro nalgadas a la rubia, ésta ni se quejó.

Dimitri tomó a la rubia del brazo, le acomodó los codos sobre la mesa. Dimitri se la cojía y le decía en checo una letanía de cosas no muy decentes. La rubia jadeaba de placer, le contestaba en el mismo tono.

Katia sentía que se encontraba en un mundo paralelo, sin embargo, lo que era cierto, es que estaba tan excitada que estaba a punto de venirse. Dimitri le daba la espalda a Katia, parecía que en ese momento le importaban más otras cosas.

Cuando Israel abrió los ojos , Katia dormía a su lado.

Fabiola
Agosto 2004.

Que día es hoy?